miércoles, 14 de octubre de 2009

AQUELLOS OTOÑOS ONUBENSES



Una vez concluidas la feria de la Cinta, Huelva iba recobrando la normalización de su vida cotidiana, empezando a aparecer las primeras lluvias y en los colegios se iban acercando los grupos infantiles, que volvían a clase, después del disfrute de las vacaciones veraniegas.

Era costumbre, en aquellos tiempos, que los alumnos, en particular, en San Casiano, donde recibí mi primera enseñanza, disponíamos de nuestros pupitres, en el que dejábamos nuestros libros, sistema , diametralmente opuesto a la que rige, hoy día, en la que los niños son portadores de unas enormes mochilas, llenas de libros, que pueden causar seria molestias que afectarían a la región dorsal .

Se me viene a la memoria, aquellos primeros libros que utilizábamos, en parvulario, en el
que el inolvidable Don Eduardo Barrera, ya vencido por los años, nos inculcaba a través de los Camaradas 1º y 2º, los inicios de nuestros conocimiento s, en la lectura.

Con Don Genaro, en segunda clase, leíamos " Lecciones de Cosas ", para adentrarnos en la tercera Aula, con aquel gran profesor, que era Don Francisco López Jara, por medio de un buen libro "Europa", que nos fue introduciendo en la vida, usos y costumbres de nuestro viejo Continente y en el conocimiento, utilizando mapas estupendos , de toda la Geografía mundial.

Ya, en la cuarta clase, a cargo del Don Francisco Díaz Moya, conocimos la vida y hazañas del Caballero Don Alonso Quijano, que la magistral pluma de Don Miguel de Cervantes, ,que inmortalizara en su obra Don Quijote de la Mancha, así como la adquisición de conocimientos profundos en Matemáticas y Gramática, parar pasar a la última clase, que regentaba Don Juan García Aviles, con amplios estudios que recopilaban todas las principales materias educativas.

Por esta época del año, tomábamos el Sol, en la típica Plaza de San Francisco, donde mientras unos jugábamos a piolas, otros los hacían tirando al hoyo los huesos de moyuelos, y más allá, sobre suelo terrizo había, quien se distraían con los bolindres de barro cocido, muestra de la pobreza en que se vivía, en comparación con hogaño, en la que los chicos utilizan otros más relucientes, de cristal con aguas de colores.

Los viejos marineros de la calle de Enmedio, se entretenían confeccionando sus magistrales "Nasas", que venían a constituir verdaderas obras de arte.

En los días de gran lluvia, desde mi casa, en la esquina de Miguel Redondo, veía venir, deslizándose con un ímpetu enorme, la célebre riada de la calle Palos, que en bajada por la de San Francisco, arrastraba gran cantidad de ramas y todo lo que encontrara a su paso, y cuando dejaba de llover, quedaban las calles atiborradas de barro, que permanecía sus rastros, durante varios días.

En dicha plaza .se instalaban famosos circos, como Alegría, con su gran payaso "Chicharito" o el de los Hermanos Borzas, en donde se escuchaban las charangas y se apreciaba la humareda blanca de los puestos de castañas.

En los días festivos, los onubenses se trasladaban al Parque Moret, donde se veían reuniones familiares, que montaban el clásico columpio, y se improvisaban, junto al pinar la fogata, en la
que asaban en una planchas de lata, las deliciosas sardinas, como abrían los sabrosos berdigones, comida que era muy habitual, en la España, de la pobreza, en que se desarrolló la primera etapa de mi juventud.

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