miércoles, 27 de octubre de 2010

RECUERDOS ESTUDIANTILES.




Comencé mis estudios de Segunda Enseñanza, en el viejo caserón de Méndez Nuñez, en el Curso 1.930- 31, rodeado de mis inseparables compañeros, de aquel inolvidable Colegio de San Casiano, cuya amistad siempre pude conservar, durante toda mi vida, tanto en la época estudiantil, como cuando, al discurrir de los años, su número se iba reduciendo, por imperátivo de aquella.

Aquel grupo, tan unido, que formábamos Diego García Toscano. Eustáquio Izquierdo Báez, Emilio Rodríguez Barraso, Pepe Rodríguez Salguero y el autor de estas lineas, estábamos tan compenetrados, que todos juntos constituíamos un equipo indisoluble.

Vivimos, años muy difíciles, allá, por la monarquía de Alfonso XIII, cuando iniciamos el Bachillerato, bajo el Plan Callejos, para ser testigo, en ese mismo curso, de la proclamación de la II República Española.

Al dar comienzo el segundo año de estudios, ya en el nuevo régimen, el ministro de Instrucción Pública, Sr. Villalobos, estableció su nuevo plan de enseñanza, y a partir de entonces, los que ya habiamos iniciados, el sistema anterior, nos adaptaron al Bachillerato de 1.903, que por cierto, fue magnifico, desde el punto de vista docente.

De aquellos cincuenta y dos alumnos, que componiamos, el anterior citado curso, al correr de los años, quedamos reducidos a veinticuatro, y como estaba establecida la coeducación, de este conjunto ,tan admirable y maravilloso, formaban parte compañeras entrañables, como Luisa Raigón, Mercedes Alloza, Angelita Moreno de los Reyes y Pepita Ruiz Rubio.

En la fila de los varones, allí, con Eugenio Ribary, Jaime Beneyto, Fernando Rebollar, Paquito Gómez Sayago, Emilio Vilches Hernández, Juan Nicolás Márquez Dominguez, José Pérez Macías y demás queridos compañeros, que marcamos una era de lucha, para conseguir el traslado del vertusto centro, al nuevo palacio del Conquero, construido a iniciativa del ilustre catedrático de Psicología y Ética, don Félix Andolz González, cuando desempeñó la presidencia de la Diputación Provincial, bajo el Directorio del General Primo de Rivera.

Vivimos, el devenir del régimen republicano, con todas sus visicitudes, toda una etapa de incertidumbres, dentro de aquella pobreza, en la que nos desenvolvíamos.

Las sabias disciplinas, que nos inculcaban, aquellos grandes profesores, en el bello paraje del Conquero, al que nos trasladamos al comenzar el Curso 34-35, hacía, que se viera concurrido por esa gran masa estudiantil, que tanto disfrutaba, en aquellos coquetones jardinillos, que nos ofrecia la terriza Avenida de Manuel Siurot, con sus gigantesco eucaliptus, en la que no faltaban, diariamente vendedores tan populares, como Agustín, "El Italiano" con sus célebres pregones de "Y, otro paquetito", brindándonos sus sabrosas patatas fritas, o con Arturo,que con su gran simpatía, con su bombona de acero inoxidable, a la espalda, invitándonos a saborear , los exquisitos "Chámbiris", de la recién establecida Heladería "La Ibense".

Nuestras visitas, ya de mayorcitos, a la venta de Paco Arjona, en las entrañas de aquel cabezo, de grava roja, en las proximidades de la Morana.

Disfrutábamos, ante la Coral del Instituto de "La Rábida", bajo la dirección del maestro Herrera y creada, por el anteriormente citado Sr. Andolz, ante el himno del mencionado centro, que en grandes solemnidades, interpretábamos toda la población estudiantil.

Y, aquel almuerzo de despedida, de los estudios secundarios, a la que invitamos a nuestros profesores, que celebramos en el típico patio andaluz, de la acreditada "Casa Alpresa", en la calle Botica, al finalizar el mes de mayo del año 1.936.

Ya, solo nos quedaba traspasar el verano, para iniciar nuestros estudios superiores, en la Universidad de Sevilla, pero nuestro gozo cayó en un pozo, toda vez que dos meses, más tarde, estalló la Guerra Civil, y cada uno, cumplió con el imperativo legal, que nos imponía nuestros deberes patrios, acudiendo a los requerimientos, de los bandos contendientes, al ser llamados a filas, y en mi caso, fueron seis años, en dos etapas, ya que una vez licenciado, después de pasar veinte meses, en un hospital de campaña, donde pude palpar de cerca, los horrores que trae consigo una guerra, en aquellos terribles frentes del Ebro y Extremadura mi quinta fue removilizada, para echar mas peras al olmo.

Por razones obvias, me abstuve a participar, en los cursos para Alféreces Provisionales, pero muchos de mis compañeros lucieron, en sus pechos, la dorada estrella de las seis puntas , sobre fondo negro, y me impresiona, cada vez que paso, por una barriada onubense, ver como sus calles se ven rotuladas con los nombres, de muchos de mis compañeros, que habían caídos, heroicamente, en los campos de batallas.

A estas alturas, ya nonagenarios, podemos contar, los dedos de nuestra palma de la mano, para ver, con pena, que no llegamos a cinco, los supervivientes de aquel grupo, tan maravilloso y queridos, de una etapa de la vida, completamente inolvidable.

miércoles, 20 de octubre de 2010

EL CASTILLO DE SANTA OLALLA DEL CALA


En plena Ruta de la Plata, ya en la Sierra de Aracena, en el corazón de la Sierra Morena, se sitúa Santa Olalla del Cala, en una posición especial, para el tránsito de los metales de los núcleos mineros de Almadén de la Plata, como asimismo, de los onubenses Riotinto y Zufre, que nos acusan la presencia del hombre por el Siglo III a. de C, lo que le da a esta vía, un gran auge de intercambio comercial, en la época romana.

El nombre de Santa Olalla, guarda relación con la patrona Santa Eulalia de Mérida, ya que se atribuye su nacimiento en esta villa, desde la que se traslado a la ciudad emeritense para su martirio.

Sus habitantes, llamados "poncianos", comparten el gentilicio con el de "santaolleros" y, su historia, tiene su origen en el Siglo VIII, tras la conquista de Sevilla por Fernando III "El Santo", en el año 1248.

La reconquista cristiana de la Sierra, se llevo a cabo en dicho siglo, por Sancho II de Portugal, y al avanzar, Fernando III con el apoyo de Órdenes Militares, por el margen derecho del Guadalquivir, al objeto de reconquistar territorios que se consideraban integrados en la corona de Castilla, coalicionó con el ejercito portugués, lo que daba lugar a enconadas luchas hasta llegar a una paz concertada, mediante el Tratado de Badajoz en 1267, y el de Alcañices en 1297, pero como habían enfrentamientos fronterizos, a pesar de ello, para frenar la amenaza lusitana, se creo la Banda Gallega, con pobladores de León, Asturias y Galicia.

A partir de ello, Sancho IV "El Bravo", autorizó la construcción de fortificaciones, que dieron lugar a la erección, de los Castillos de Santa Olalla, junto a los de Cumbre Mayores, Fregenal de la Sierra y Aroche.

Junto al castillo-fortaleza, existen una iglesia y una sinagoga judía, que acusan su existencia medieval.

En esta villa pernoctaron, los reyes Felipe V y su esposa, Isabel de Farnesio, en la noche del 1 - 2 de Febrero de 1729, que fueron recibidos por el Arzobispo de Sevilla, Don Luis Salcedo y Azconia, para rendir pleitesía a dicho monarcas al pisar el primer pueblo de su diócesis, trasladándose con su séquito real hasta la ciudad hispalense, dónde instaló su corte durante cuatro años.

Al comenzar el Siglo XIX, durante la invasión francesa, se estableció en Santa Olalla, el Cuartel General de la Zona de Infantería de Marina, convirtiéndose en un gran centro de actividad bélica, y se recordó con la denominación del Cerro de las Baterías que, el municipio simboliza, con un enorme ancla, levantado en el centro de villa.

En los finales de este siglo, Santa Olalla se incluyó como pueblo de la provincia de Huelva.

miércoles, 13 de octubre de 2010

LA FERIA DE SAN LUCAS, EN GIBRALEÓN


Esta localidad data del Siglo IV a.de C, constituyendo un importante asentamiento musulmán en los tiempos de Al-Andalus, pasando, más tarde, al taifas de Niebla.

Fue reconquistada por Alfonso de la Cerda, en el año 1257, siendo arrebatada a los árabes por Castilla, durante el reinado de Alfonso X 'El Sabio' en 1282, quien la dejó como feudo a su hija Beatriz, siendo disputada la Villa, entre los Medinacelis y los Guzmanes, quedando convertida en Marquesado cuyo título lo ostentó Don Alfonso de Zúñiga, Duque de Béjar, durante el reinado de Carlos V, siendo junto a la vecina localidad de Niebla, una de las más antiguas de la provincia onubense.

Existe una población importante, de personas de raza negra, provenientes del Siglo XV, cuando una gran cantidad de esclavos negros, a través del puerto de Palos de la Frontera, eran destinada a América, toda vez que España, fue el último país de Europa, en abolir la esclavitud.

Gibraleón, celebra en este mes de octubre su tradicional Feria de San Lucas, de origen ganadero, desde el año 1323, por lo que junto a la ya celebrada en Zafra (Badajoz), es una de las de más prestigio e importancia de nuestro país.

Recuerdo, cuando era un niño, todos los años, llegada estas fechas, la Compañía del Ferrocarril de Zafra-Huelva, a través de grandes cartelas, anunciaba el establecimiento de servicios de trenes especiales para dicha feria, a la que los onubenses, abarrotaban aquellas composiciones de hasta quince coches, de los que entonces disponían, con estribo de madera y brillantes pasamanos de metal, que utilizaban aquellos sufridos revisores, para pasar de una departamento a otro, en plena marcha, toda vez que éstos eran independientes, con sus correspondientes puertas de entrada y salida.

Una vez llegada a la localidad olotense, se formaba una riada humana desde la estación al Real de la Feria, que nos ofrecía la presencia de algún que otro circo, junto a los humeantes puestos de castañas asadas.

Era muy frecuente las visitas a la antigua fábrica de cervezas "Mahou" que, nos ofrecía su exquisito producto, servido en botellas de barro vidriado y, que más tarde se transladó a la Villa y Corte, siendo una de las marcas más prestigiosas que existen en nuestro actual mercado.

Y aquella angosta calle del Carmen, que olía a peros de nuestra sierra, con abundancia asimismo, de puestos de castañas, nueces, turrón y tómbolas que atraían la atención de los visitantes que acudían, tanto de la capital, como de toda la comarca, en estos días feriados.

En el real ganadero, cerraban con apretón de manos sus tratos felizmente y, en estas ferias, por aquel entonces, los agricultores se abastecían de aquellos elementos, que cubrían sus necesidades en el ambiente agropecuario, que hoy en día, ya no son necesarias, por disponer de un comercio, que nos ofrece tener a cubierto todas la necesidades que la vida nos va exigiendo, a través de las últimas novedades, que el comercio nos ofrece.

No obstante, llegadas estas fechas, acudimos a nuestro acerbo y, recordamos cuando al regreso de Gibraleón, llegábamos a nuestros hogares, para mostrarles a nuestras madres, aquellas alforjas, en miniaturas, repletas de nueces y castañas, como frutos que nuestra Sierra, nos ofrecía en aquellos otoños llenos de pobreza en lo que entonces llamábamos, con cariño España.