miércoles, 16 de febrero de 2011

VIII.- EL MATADERO CLANDESTINO.





Iba transcurriendo la década de los cincuentas, en la que aún existían los servicios locales de consumos, por medio de los cuales toda la ciudadanía, estaba obligada a declarar todas aquellas mercancías, sujeta a tributo, en todos los puntos de entrada de las ciudades de nuestro país.

Para llevar a cabo la recaudación de los impuestos establecidos,, existía una línea fiscal, en la que habían funcionando los servicios de fielatos.

El caso que os voy a comentar, tuvo lugar en uno de estos centros recaudatorios que existía en el antiguo Brasil Chico, precisamente ubicado en la esquina de la calle Niña con la avenida de Italia, donde prestaba servicio nocturno, un empleado de una humanidad voluminosa, afincado en el barrio, de carácter bonachón, a quién los vecinos apreciaba mucho, por su amena e interesante conversación, todas las noches, y muy especialmente en la época estival.

Como padecía de movilidad algo reducida y a la vez, por su cachaza, sus amigos,entre ellos lo conocían por el remoquete de "Pepe el tranquilo", siendo una persona muy ocurrente,debido a su vasta cultura.

Y, fue en una de estas noches veraniegas, cuando uno de sus amiguetes, le dió la noticia confidencial, de que en el barrio de "Las Metas", existía un matadero particular, que le estaba dando salida, por las noches, por medio de una bicicleta, con una caja adosada , detrás del sillín, a la carne que servían, a sus destinatarios, diariamente.

Tomó nuestro hombre, tan en serio, la cuestión, que no tardó en ponerlo en conocimiento de sus superiores, a fin de que estos tomaran las medidas pertinentes, para corregir este fraude.

A la noche siguiente, los servicios de arbitrios, montaron una redada para abordar al infractor, a lo largo de la Avenida de Italia, dotando al personal del uso de silbatos, para establecer la correspondiente alarma, y efectivamente, sobre las once de la noche, empezaron a sonar los pitidos, de estos artilugios, siendo en las proximidades de la estación de Sevilla, cuando una barrera formada por tres o cuatro vigilantes, lograron detener la marcha de dicho medio de comunicación, abalanzándose todo el personal, sobre la caja que portaba detrás del asiento.

Grande fue la sorpresa que se llevaron, al comprobar que contenía dos rollos de películas, toda vez que era el encargado de trasladar, todas las noches desde el Cine Colón hasta el Cinema Oriente, que existía en el Paseo de la Independencia, este menester, ya que ambos locales, proyectaban la misma película por acuerdo de las respectivas empresas.

Y, ante la desilusión que todos se llevaron, pudieron convencerse, que todo había sido una broma gastada al celoso empleado municipal, complaciéndome relatar este episodio, por haber sido testigo presencial de esta rocambolesca historia, producto del humor de los onubenses, de esta soñada y recordada época.

1 comentario:

  1. agradable anécdota, de una Onuba imaginativa.

    Ojala vuelva a los nuevos choqueros, ese humor perdido con las prisas.

    saludos

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Agradezco vuestra colaboración,espero veros a menudo por aquí.