X X.- METAMORFOSIS ONUBENSE.

La noria del tiempo, sigue marcando su alocado ritmo, y al mirar hacia atrás,recuerdo la Huelva de mi niñez, con sus casitas bajas y encaladas, en la que al acudir a la Plaza de San Francisco, nos recreábamos, ante sus vetusta acacias y sus banquillos de hierro, observando el antiguo Convento, del mismo nombre, que en sus tiempos fue cuartel, y en el que residía el personal penitenciario, que formaban la plantilla de la antigua cárcel, contigua a la desaparecida iglesia de San Francisco, a la que acudía todos los domingos a la misa de once, que la oficiaba el capellán de prisiones, don Antonio Jiménez, y que al lado derecho, de la entrada había un portalón, que minutos antes, de la celebración, era descerrajado, por un oficial de la prisión, y que comunicaba con el patio de la cárcel, donde se encontraba en formación toda la población reclusa. Enfrente, a la iglesia, se hallaba ubicado el bar de Antonio Hervás y, más abajo el taller del maestro Peguero, renombrado artista tallista, del barrio.

En la citada plaza, se concentraba, antes de entrar en clase, todo el alumnado del Colegio del sagrado Corazón de Jesús, que regia el ilustre pedagogo, don Manuel Siurot, junto al director del mismo, el reputado sacerdote, don Carlos Sánchez, y en donde se ponía en práctica toda clase de juegos, como la piola, los huesos de moyuelos, los bolindres de barro cocido, mientras los viejos marineros del barrio, se dedicaban a la confección de sus famosas "Nasas", para la captura del choco, donde ponían de relieve, su arte primoroso.

En la calle de Enmedio, existían la carpintería del Manolo, el ebanista, la taberna y despacho de aceitunas de Vizcaya, la carbonería de Pepe Oses, el taller de sastrería de Julio Pérez y las conocidas familias de Antonia "La gallega", la de "Los churras", "Dolores Madroño", "Los Lolos", de la que aún existe un descendiente que actúa de "aguador", de la Virgen de la Esperanza.

En la esquina del convento, con la calle Cardenal Cisneros, existían, dos grandes grifos, a los que acudían las muchachas del barrio, con sus cántaros, para proveerse de preciado liquido, por lo que se le conocía como la Calle del Agua.

Dentro del entorno de los "Cuatro Cantillos", se encontraba el "Tupi", siendo famosas las serenatas que en la Noche Vieja, le daban a su propietario, don Manuel Camacho, situándose enfrente la taberna de "La Monumental", y en los alrededores la Casa Rollán,, que ofrecían sus ventas a ditas, a sus clientes.

Otro personaje famoso del barrio, era "El Chato Millán", popular relojero, que actuaba como capitán de los "Armaos, en la cofradía de San Francisco.

En la popular calle de Miguel Redondo, tenía fama la "Panadería del Loro", con sus famosas "Vienas" y sus tortas de aceite ; el taller de Enrique Gayango, que en la época republicana regentó la Plaza de Toros onubense, en pleno apogeo de "Laine" y del "Nene".

En las tardes estivales, se escuchaban los célebres pregones de "A siete chicas, el par de caballas", y los mozalbetes ofrecían ,a las mocitas, las populares biznagas de jazmines.

La coqueta calle Rábida, propiedad del ex- alcalde, don Félix Vázquez de Zafra, al que en los días del Frente Popular, en el año 1.936, visitó una comisión de parados, pidiéndole dinero para poder comer sus hijos, a los que les ordenó que le levantaran el viejo adoquinado, y que lo reemplazara, por otro mas moderno, cuyo coste alcanzó la cantidad de 83.000 pesetas.

Así, por el estilo, era toda la ciudad, con sus 60.000 habitantes, en la que todos nos conocíamos, pero hoy día, nos percatamos, los que hemos llegado a ser nonagenario, nos damos cuenta, de la metamorfosis que ha sufrido Huelva, en la que todas sus calles se hayan invadidas por los coches, y nos ofrece otra fisonomía la ciudad, que la dignifica, con sus abundantes zonas ajardinadas, la gran profusión de su arboleda, lo coquetonas que están sus plazas, la proliferación de sus fuentes, su gran monumentalidad, que le da gran realce y orgullo, tanto a propios como a foráneos, que disfrutan de su engrandecimiento.