miércoles, 20 de julio de 2011

XXXI.- AQUELLOS TIEMPOS DEL ESTRAPERLO.



Hoy día, es la corrupción, el tema líder del momento en el nos ha tocado vivir, en este mundo de nuestra existencia.

Esta no es una cuestión, que nos haya surgido, en el momento presente, de la noche a la mañana, ya que su origen data de los tiempos de la II República Española, cuando allá por el año 1.934, un diputado, precisamente sobrino del Presidente del Gobierno, don Alejandro Lerroux García, se vió implicado en un asunto sucio tan grave, que causó la dimisión del citado Jefe del Gobierno. En este momento es cuando surge, el vocablo estraperlo.

Ya , al inicio de la guerra civil española, ante la escasez de subsistencias, surgió un mercado negro, que se agravó al finalizar la contienda, por la aparición de una descomunal hambruna, en la que los ciudadanos, se veían privado del sustento mas necesario, para llevar la vida de nuestras familias adelante, ante los momentos mas difíciles de nuestra existencia.

Las autoridades establecieron las Cartillas de Abastecimiento, en la que semanalmente se retiraban de los comercios el cupo de artículos de primera necesidad, asignado a cada familia.

A partir , de la década de los cuarentas, surgió, este mercado paralelo, de manos de aquellos que, desprovistos de toda clase de escrúpulos, se lanzaron a este sistema de vida, a la que nuestros convecinos , tenían que doblegarse, si querían seguir viviendo.

En los pueblos, muchos se dedicaban a la maquila, moliendo clandestinamente los cereales, para hacerse de harinas, que vendían a precios desorbitados.

A la llegada de los trenes de las líneas de Sevilla y de Zafra, a la periferia de la ciudad, en los alrededores de Las Metas y Cardeñas, por las ventanillas arrojaban los bultos de alimentos, que los familiares recogían.

Se traficaba con toda clases de materias necesarias para subsistir: los marineros traían de Marruecos y de Portugal, tejidos de mayor demanda, e incluso medicinas, sobre todo la existencia de penicilina y estreptomicina, que se pagaban a precios de oro, siendo tan necesarias en aquellos principios de su existencia.

Asimismo, las familias necesitadas, acudían a Palos y a Moguer, para proveerse de los benditos boniatos, patatas y otros tubérculos, y con los sacos a cuesta, llegaban hasta el muelle de la Reina, en La Rábida, para desde aquí trasladarse a la Punta del Sebo, en la canoa del popular Luís Bocanegra.

Se cuenta, como una anécdota, que había un cabo de Carabineros, que acosaba a los estrarpelistas, y como se agolpaban tantos, en el muelle rabideño, una vez completo el pasaje, Luís, se dirigió a los que allí estaban, esperando al siguiente viaje:

-¡ Tirad el cabo al agua !-. (para partir a navegar).

Y los allí, agolpados, viendo que el citado cabo, estaba en primera fila, lo tiraron al río, y dicen que a partir de entonces, empezó a enmendar su conducta, hacia aquellos desgraciados, que se buscaban el pan nuestro, de cada día.

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