miércoles, 6 de julio de 2011

XXVIII.- EL CÉLEBRE MORILLA.




Recuerdo aquellos años, de mi inolvidable juventud, en que la vida tranquila con que discurría el día a día, en esta Huelva de ensueño, cuando en las tardes estivales, en muchas calles se acusaba la presencia de muchos mozalbetes, que en una pita nos ofrecían sus fragantes biznagas de jazmines, con las que nuestras mocitas adornaban sus cabelleras, en aquellos atardeceres entrañables, al pasear por la calle de la Concepción o la Plaza de las Monjas, cuyas cuatro esquinas aparecían repletas de veladores, donde los onubenses saboreaban, en aquellos tiempos, los incomparables refrescos de zarzaparrilla o las insustituibles gaseosas de la "Progresiva Onubense".

Huelva, era una ciudad tranquila, que discurría vigilada por una veintena de guardias municipales, que nos hacían recordar aquellas viejas estampas de los guindillas de "La Verbena de La Paloma", provistos de un enorme sable que la vox populis, le denominaban "sardinas".

Luego , más tarde, aparecían los nuevos policías urbanos, con un bastón de mando, mucho mas pacíficos y presentables, de los que recuerdo a Carlito, de estatura media, incapaz de matar una mosca , por su carácter pusilánime, al que un gracioso de "mala uva", le arrebató el símbolo de autoridad y lo partió, en la espalda del infeliz agente.

En esa época, estos nuevos policías, cubrían el servicio diurno, bajo el mando de don Manuel Corona, mientras que las noches eran de los municipales, a las órdenes del Sr,Coronado.

Existía entre estos últimos, un número, que era muy popularmente conocido, el guardia Morilla, que pasó a la historia onubense, por sus peculiares hazañas.

Tenía, como especial misión,la de llevar al Matadero Municipal, las cabezas de los perros y gatos, que habían causado mordeduras o lesiones a cualquier ciudadano, para que por los servicios veterinarios, se emitiera el dictamen facultativo, por si fuera necesario adoptar alguna medida sanitaria.

En los primeros días de nuestra contienda civil, en el año 1.936, se suspendieron los uniformes, que fueron reemplazados por monos.

Cuando fue a tomar el servicio, en la Prevención Municipal, sita en el antiguo Avellano que existía en la actual capilla de las Soledad, le indicaron que al día siguiente se pasara a recoger su nueva vestimenta, a lo contestó con enfado:

- Eso, es, Morilla no solo para recoger a los gatos y perros, sino también los monos - .

Era costumbre, por aquellos tiempos, cuando llevaban a cabo alguna detención, por alterar el Orden Público, siempre utilizaba el mismo estribillo:

-¡ Vamos p'arriba !-. (refiriéndose al Avellano).

Un día hubo una pelea en la plazoleta de San Sebastián, y dió la casualidad de que Morilla, estaba por aquellos alrededores, acudiendo solícito, sacó el sable y largó ambos sardinazos, en la espaldas de los dos sujetos, quienes una vez esposados, siguiendo su hábito, les largó:

-¡ Vamos p´arriba !-. Los detenidos, que se encontraban en el comienzo de la Avenida de las Adoratrices, emprendieron la marcha en dirección al Huerto de Paco, y al darse cuenta de que se había equivocado, les ordenó:

-¡ Eh, quietos, vamos p´abajo !-.

Al mismo tiempo, las autoridades onubenses, dotaron a todos los establecimientos de la ciudad, de unos carteles, que decían: "No blasfemar, por razones de cultura y decencia".

En un atardecer, iba el popular y querido sacerdote don José Andívia, para su casa, en la calle La Paz, y se encontró con un borracho, vistiendo de largo, a toda la corte celestial.

Preocupado, el cura, por la actitud insultante del citado sujeto, se dirigió a la esquina del "Tupi", donde siempre había de servicio u agente de la autoridad, y al llegar se dió de cara con el amigo Morilla, quién saludó campechanamente a don José e informado de lo que ocurría, se dirigieron al lugar del suceso, y una vez localizado el interfecto, le zampó de golpe:

-¡ Hijo de tu madre, con que tu eres el que esta " flemando", eh!-. Te voy a dar dos "patás", en donde dijimos....que te voy a reventá!-

Atónito, el Padre Andívia, ante aquella situación, le dijo:

Mira, Morilla, déjalo tranquilo y vete al "Tupi", porque es peor el remedio, que la enfermedad.

Así, lo hizo el guardia, mientras el beodo, más apaciguado, se dirigía hacia la Plaza Niña.

1 comentario:

  1. Gracias por transmitirnos, anécdotas tan simpáticas de nuestra Huelva pasada.

    un saludo.

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Agradezco vuestra colaboración,espero veros a menudo por aquí.