miércoles, 9 de mayo de 2012

LXXIX.- " EL SANTOLIO ".


Recuerdo  aquellos felices años de mi infancia, cuando en los atardeceres de mi vieja Onuba, en que era muy frecuente ver por nuestras calles, al son de una campanilla, un cortejo provisto de  cirios y faroles, formado por hombres, que  acompañaban al sacerdote, que portaba el Viático, para  administrárselo,  a los enfermos que se encontraban  en extrema gravedad.

A esta manifestación religiosa, la conocían los onubenses , popularmente, como  " El Santolio", y a su paso ante ellos, le rendían veneración y respeto, arrodillándose.

Cada vez  que se oía desde lejos el "talín" de la campanilla, se oía una  voz que  decía: "Uy, que viene  "El Santolio", y  todo el vecindario aguardaba, con silencio  a verlo pasar,   rogando a Dios por la salud del pobre enfermo.

Ya, en mi juventud, solíamos frecuentar diariamente, uno de  los veladores del "Bar Onuba", donde nos  reuníamos nuestro  grupo habitual de amigos , cuando de pronto se empezó a oir, el " Tilín, tilín...",tan conocido por el vecindario.

A su paso, como era nuestra costumbre, ante  lo que espiritualmente representaba para todo católico, nos arrodillamos, como nos enseñaron nuestros mayores.

Pero cual no sería nuestra sorpresa, cuando uno de los asistentes al cortejo, vistiendo un uniforme, con la graduación de Capitán, al observar como en una mesa contigua a la nuestra uno de sus ocupantes, que estaba  puesto de pié, le estrelló el farol  contra su cabeza, que una vez que terminó de pasar la comitiva religiosa, con su rostro todo ensangrentado, tuvo que ser asistido en la antigua "Casa de Socorro", de la calle de Hernán Cortés.

Ello me sirvió de lección para que cada vez que escuchara sonar la campanilla, procurara          recibirlo con devoción, pero reservado en un lugar seguro, aprendiendo a distinguir lo que          era recogimiento y respeto, de lo representaba otra cosa, el fanatismo  y  el abuso  de          poder, en aquella época en la vivíamos.

Con el paso de los años, esta costumbre ha desaparecido, practicándose en nuestros días reservadamente, cada vez que es solicitado este servicio espiritual, por los familiares de los enfermos que se encuentran en situaciones extremas y que son atendidas solícitamente.

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