Recuerdo aquellos felices años de mi infancia, cuando en los atardeceres de mi vieja Onuba, en que era muy frecuente ver por nuestras calles, al son de una campanilla, un cortejo provisto de cirios y faroles, formado por hombres, que acompañaban al sacerdote, que portaba el Viático, para administrárselo, a los enfermos que se encontraban en extrema gravedad.
A esta manifestación religiosa, la conocían los onubenses , popularmente, como " El Santolio", y a su paso ante ellos, le rendían veneración y respeto, arrodillándose.
Cada vez que se oía desde lejos el "talín" de la campanilla, se oía una voz que decía: "Uy, que viene "El Santolio", y todo el vecindario aguardaba, con silencio a verlo pasar, rogando a Dios por la salud del pobre enfermo.
Ya, en mi juventud, solíamos frecuentar diariamente, uno de los veladores del "Bar Onuba", donde nos reuníamos nuestro grupo habitual de amigos , cuando de pronto se empezó a oir, el " Tilín, tilín...",tan conocido por el vecindario.
A su paso, como era nuestra costumbre, ante lo que espiritualmente representaba para todo católico, nos arrodillamos, como nos enseñaron nuestros mayores.
Pero cual no sería nuestra sorpresa, cuando uno de los asistentes al cortejo, vistiendo un uniforme, con la graduación de Capitán, al observar como en una mesa contigua a la nuestra uno de sus ocupantes, que estaba puesto de pié, le estrelló el farol contra su cabeza, que una vez que terminó de pasar la comitiva religiosa, con su rostro todo ensangrentado, tuvo que ser asistido en la antigua "Casa de Socorro", de la calle de Hernán Cortés.
Ello me sirvió de lección para que cada vez que escuchara sonar la campanilla, procurara recibirlo con devoción, pero reservado en un lugar seguro, aprendiendo a distinguir lo que era recogimiento y respeto, de lo representaba otra cosa, el fanatismo y el abuso de poder, en aquella época en la vivíamos.
Con el paso de los años, esta costumbre ha desaparecido, practicándose en nuestros días reservadamente, cada vez que es solicitado este servicio espiritual, por los familiares de los enfermos que se encuentran en situaciones extremas y que son atendidas solícitamente.
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