En los últimos años de la década de los cuarentas, y con motivo de la fundación de la Hermandad de la Sagrada Cena (1.948), frecuentaba diariamente, el taller que en la entrada de la antigua calle de San Cristóbal, tenía establecido el imaginero ayamontino, Antonio León Ortega.
Estaba rematando, por entonces, la imagen de Nuestra Sra. de las Virtudes, patrona del sevillano pueblo de La Puebla de Cazalla, y allí pude apreciar , la valoración del trabajo de este hombre amable, sencillo y gran artista.
Nuestra pretensión, era que nos realizara el conjunto escultórico de nuestro "paso" de Misterio, y nuestro hombre se vio en un aprieto, pues debido a los numerosos encargos que tenía entre manos, nos puso de manifiesto, que para él hubiera sido un gran orgullo el llevar a cabo, tan atractivo cometido, pero le era completamente imposible y en cambio se comprometía a hacernos la imagen del Santísimo Cristo del Amor.
Para su realización, nos puso una condición y era que les teníamos que proporcionar la madera de ciprés, toda vez que a ella no le atacan los xilófagos ( insectos que roen la madera).
Por aquellos tiempos, ostentaba la Alcaldía de Huelva, don Pedro Pérez de Guzmán y Urzaiz. y como se estaba llevando a cabo la monda de la antigua necrópolis de San Sebastián, para su traslado al nuevo Cementeria de la Soledad, nos entrevistamos con él y teniendo conocimiento de nuestro deseo, nos extendió una orden, para que el Sr, León Ortega, eligiera el árbol, mas idóneo para realizar el trabajo, que una vez seleccionado, fue talado, troceado y trasladado al taller, donde permaneció el tiempo necesario para su secado.
Por dicha razón, acudíamos a diario, y vimos como aquel tronco se iba transformando, poco a poco, hasta llegar a convertirse, gracias a la magia de su colosal gúbia, en esa gran imagen, que hogaño, es tan admirada y querida por los onubenses.
Aquel centro de trabajo, era una verdadera Facultad de Bellas Artes, ya que en él, tenía una sala el Rey del Conquero, Pedro Gómez, que con sus envidiables pinceles, trasladaba al lienzo, todos los rincones, de los cabezos, donde combinaba el ocre , con el fragante verdor de los pinares de tan deliciosos parajes.
En otra sala, Orduña Castellanos, nos brindaba sus jarrones de flores, donde nos deleitábamos ante la impresionante policromía de sus cuadros.
Antonio Brunt, daba sus toques finales a sus soberbios retratos, donde se apreciaba la gran profesionalidad, que le inculcara su maestro , don José Fernández Alvarado.
El gran tallista ,Oliva, se hallaba entregado a la gran obra, que nos legara a los onubenses, el "paso" de las Tres Caídas, que es el orgullo de nuestra Semana Santa.
Y allí, un modesto artesano, Barrios, nos ofrecía sus trabajos de dorado, bruñiendo los delicados panes de oro, para darnos a conocer su arte primoroso.
En fin, un grupo de maestros, que les daban a nuestra ciudad un prestigia artístico de primer orden, a gran escala.
A través de los años, el antiguo y acreditado Colegio de San Ramón, fue derribado y construido el Cine Emperador, que ocupaba el terreno desde la calle Berdigón, hasta la de San Cristóbal, desapareciendo, este gran taller, que albergaba a esta gran pléyade de verdaderos maestros de la vida artística local.
Todos ellos desde el Cielo, estarán satisfechos de la grandeza del trabajo que nos legaran, de los que Huelva recuerda, con gran orgullo y admiración.
Bonita entrada, aparecen muchas personas mencionadas en ella de las importantes de nuestra ciudad. Hubiera sido bonito poder conocerles, como así has hecho tú.
ResponderEliminarMagnifico y emotivo relato.
ResponderEliminargracias